–”¿quieres que te lo repita susurrándote al oído?”-preguntó Moly acariciándole el cabello.
– “sí, repítelo mil veces y más fuerte aún” – pidió Issa como bromeando.
Se intercambiaron miradas mientras un sentimiento inmenso y persistente invadió el instante. Como dos locos apresurados bajaron las escaleras tomados de la mano, brincando los escalones de dos en dos. Premura e inercia de la rapidez con que se estaban presentando las cosas. 
Y es que después haber pasado su pasado entre dos líneas paralelas, las cuales no habían podido desafiar, al presente estaban sedientos de carcajadas, trampolines, piruetas y malabares.
– “pero… espera!, ¿qué tal sí…?”-  dudaba Issa cuándo le volvía la ración y pesaban sus temores. De repente y de golpe puso freno de mano y detuvo su vuelo. 
Moly aprendió a escucharlo con respeto, se quedó muda. Segundos después se encerró en el baño, se miró en el espejo del lavamanos y empezó a bailar desnuda, con su cara aun de idiota pérdida. Se movía con tal desenfreno que salían chispas de electricidad.
Después de unos minutos, tomó un largo respiro, acomodó su melena alborotada y se sacudió las brillantinas esparciéndolas por doquier. Sus ojos brillaban con una intensidad cegadora, su mirada seguía pizpireta, juguetona, desquiciada y su sonrisa encendida. 
Issa seguía inmóvil y al mismo tiempo su cuerpo temblaba, como en una pausa convulsionada. 
Moly entró de puntitas al cuarto, cerró la puerta y sin hacer barullo preguntó – “¿puedo encender la luz?”.
–”¿y si me deslumbro?”- Issa insistía en hallar la certeza.
–”no podremos saberlo si no lo intentamos”- le repitió ella con determinación, pausadamente y a ojos cerrados.

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